El vino es la
más antigua bebida alcohólica. La forma más sencilla de describir su proceso de
producción es decir “exprima un racimo de uvas en un recipiente y espere a que
se transforme en vino”. Claro está, contando con la correspondiente anuencia y
magia de Dionisos.
Pero el proceso
en su interior no es tan simple; es muy complejo. Comenzando por la
fermentación, un cambio interno en la estructura molecular del zumo de la uva.
Este suceso es producido en forma espontanea por acción de las enzimas, que son
moléculas de proteína que tienen la misión de catalizar las reacciones químicas
internas en los sustratos orgánicos.
Este proceso ha
sido utilizado desde hace miles de años para producir principalmente el pan
nuestro de cada día, yogurt, quesos, cerveza y por supuesto, el vino. Nuestros
primitivos antepasados lo producen, lo disfrutan, perfeccionan sus técnicas de
elaboración, pero no saben el cómo ni el porqué.
A través de la
historia han existido miles de personajes, curiosos, inteligentes, eruditos que
se han enfrentado al misterio de la ciencia, con energía, con devoción y de
allí la formidable epopeya de la evolución.
Gracias a la
contribución de cada uno de ellos, podemos conocer detalles maravillosos que
nos permiten disfrutar ahora de vinos de perfecta estructura, con colores
brillantes llenos de matices diferentes, aromas subyugantes y sabores
increíbles, el proceso de la evolución tecnológica no se detiene y el
desarrollo sostenido nos conduce a un futuro exitoso y predecible.
El universo de
la fermentación del zumo de la uva para convertirla en vino es complejo,
misterioso, desafiante, dependiendo de las cepas y su estado de maduración, de
los nutrientes de los suelos, de los climas que condicionan la micro flora
natural y recién allí entra a tallar el talento y el profesionalismo de los
enólogos para poder manejar las condiciones existentes.
Las levaduras se
encuentran naturalmente en la superficie de la tierra y por acción del clima y
los insectos son transportadas hasta el fruto; luego la naturaleza las hace
parte de él. Se producen al azar y el hombre las utiliza, pero no podía
modificar sus propiedades.
En el futuro
cercano, no solo se podrán cultivar las levaduras como vegetales microscópicos,
sino modificar sus cromosomas para diseñar a voluntad las levaduras que
necesitemos para que la fermentación del vino sea eficaz y armoniosa, siguiendo
un plan preestablecido, con objetivos específicos de calidad, sabor, aroma y
color. En otras palabras estamos rumbo a la conquista y al dominio absoluto de
una de las etapas trascendentes de la producción del vino.
Hasta una
próxima entrega!
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