Si los españoles
tienen la Tempranillo, los argentinos la Malbec y los Chilenos la Cabernet
Sauvignon (aunque ellos prefieran convencer al mundo de que es el Carmenere),
los uruguayos tienen la Tannat, cepa que como las dos últimas también es de
origen francés.
Adaptada
increíblemente al suelo de la esta nación oriental, ha sido la causante de que
la incipiente industria vitivinícola de Uruguay se haya tecnificado
notablemente en los últimos años y ampliado su mercado de exportación.
A finales del
siglo diecinueve, el Uruguay “pastoril” iba quedándose atrás dando paso al
moderno, bajo el impacto de las corrientes inmigratorias.
El vasco-francés
Pascual Harriague toco suelo uruguayo en 1838 y más tarde en 1860, trayendo las
primeras cepas Tannat. Pero el éxito en la implantación de esta variedad no
llego sino hasta 1874, cuando su viñedo tenia doscientas cuadras y sus bodegas
albergaban el esperado vino bautizado “Harriague”, que se impuso con verdadera
afición entre los uruguayos.
Los Tannat
uruguayos son de color oscuro fuerte, casi negro y de gran cuerpo. En boca
tienen un sedoso ataque inicial y un final abundante largo y bien seco. Los
caracteriza también el notable balance entre la acidez y la fruta, que los hace
ideales para acompañar carnes rojas.
Desde el punto
de vista tecnológico son vinos que alcanzan un alto grado de perfeccionamiento
enológico, con muy buena estructura y color y buen equilibrio de sabores. Desde
el punto de vista del consumo inteligente, se resalta su poder antioxidante,
dos veces mayor que el jugo de naranja fresco según estudios.
Es un vino con
estilo propio y perfil sensorial particular, intenso y potente. Como la Malbec
en Argentina, la Tannat ha tomado más importancia que en su propia tierra de origen.
Si no, obsérvense las cifras, pues la superficie cultivada con esta vid es
mayor a la superficie cultivada en su tierra natal. Además, un tercio de los
cultivos en Uruguay pertenecen a esta variedad, con nueve mil hectáreas de
superficie cultivadas y más de 300 bodegas, concentrándose el 60% de la
producción en el departamento de Canelones, al sur del país.
Favorece el
cultivo su ubicación geográfica entre los paralelos 30° y 35° de latitud sur,
similar a la de Chile, Argentina y Nueva Zelanda. Como a estas regiones,
también le afecta la amplitud térmica influenciada por la cercanía al océano Atlántico,
el cual aporta corrientes de aire frio que inciden en la maduración de la uva.
Por eso, los vinos uruguayos tienen uno tenor alcohólico bajo, que no supera
los 12.0 grados de volumen/alcohol, siendo común encontrar vinos entre 10.5 y
11 grados.
Algunas de las
principales bodegas uruguayas son Santa Rosa, Juanico, Los Cerros de San Juan,
De Lucca, Calvinor y Montes Toscanini.
Hasta una
próxima entrega!
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