En
muchas oportunidades nos hemos encontrado en el dilema de que vino va con que
queso. Es sin duda una pregunta que se presenta regularmente en las redes
sociales.
Los
siguientes ejemplos, pueden ser aplicados a los quesos y vinos que encontramos
en nuestro país.
Provolone: Se considera que por contener pasta semidura, un porcentaje alto en grasa y un sabor fuerte se necesita para equilibrar esa potencia un vino rico en taninos y estructurado que llene la boca, como un Cabernet Sauvignon o un Malbec.
Provolone: Se considera que por contener pasta semidura, un porcentaje alto en grasa y un sabor fuerte se necesita para equilibrar esa potencia un vino rico en taninos y estructurado que llene la boca, como un Cabernet Sauvignon o un Malbec.
Emmental (o queso suizo): Lo ideal para un queso de alto contenido graso
y de pasta compacta es combinarlo con un tinto robusto, carnoso y armónico, o
con un Chardonnay fermentado en barrica de roble de aromas avainillados y
sabores complejos.
Roquefort: Por su materia grasa, este queso encuentra una hermandad
ideal en un tinto genérico o en un varietal con buena astringencia, de modo que
el vino permita limpiar la cavidad bucal. Pero otra alternativa muy interesante
puede resultar un blanco de cosecha tardía, un Sauternes o un Tokay, donde
ambos sabores tan distintos coinciden plenamente porque cada uno mantiene su
identidad, en nuestro país se encuentra el Santa Carolina Cosecha Tardia.
Finalmente, un Oporto de aromas intensos y sabor untuoso puede resultar un buen
compañero de un maduro Roquefort.
Cheddar : Un Cheddar joven y suave puede combinarse con un Sauvignon
Blanc de buena acidez y aromas herbáceos como la ruda, el pasto cortado o los
espárragos. Con un maduro Cheddar de consistencia firme y sabor intenso, lo
ideal es inclinarse hacia un vino dulce de cosecha tardía, un Sauternes o un
Tokay Aszú.
Parmesano: Cuando se usa el Parmesano para acompañar un plato principal
hay que tener en cuenta que es un queso aromáticamente intenso y de sabor
picante. Si el vino pensado es blanco, lo ideal es inclinarse por un Chardonnay
de buena intensidad de aromas y sabores, y si se opta por un vino tinto, es
preferible optar por uno que contenga una alta concentración de taninos. Si se
degusta sólo para que mantenga su identidad, la opción ideal es un Sauternes,
un Tokay húngaro, o un blanco de cosecha tardía. Si estos vinos no son de su
gusto, un Cabernet Sauvignon de buena estructura es una alternativa válida.
La imaginación es el límite.
No dude en probar y contrastar cuantas veces se le antoje. Muchas veces nos
sorprendemos con los nuevos descubrimientos de nuestros sentidos.
No duden en contactarme en
caso de cualquier duda a la hora de maridar.
Hasta una próxima entrega!
No hay comentarios:
Publicar un comentario