Los efectos beneficiosos de un consumo moderado de vino sobre la salud son múltiples.
Uno entre ellos ha pasado a la historia con el nombre de “paradoja francesa”,
en pocas palabras: la capacidad del vino de proteger al corazón y prevenir las
enfermedades cardiocirculatoria, incluso con una dieta considerada poco sana.
A comienzos de la década de 1990, algunos estudiosos consiguieron demostrar
que los franceses, a pesar de que utilizan con regularidad la mantequilla y el
queso en su cocina, y de que fuman mucho, eran menos propensos que otros a las cardiopatías.
Una verdadera paradoja por derecho propio, pero el resultado es válida no solo
para Francia, sino para todos los países en los que está ampliamente difundida
la costumbre de comer con vino en cantidades moderadas. Esto se debe a que el
vino reduce la agregación de plaquetas y por tanto contrarresta la formación de
ateromas, que son la causa de la arterioesclerosis. Como consecuencia, el vino
es, de hecho, un factor de prevención del infarto.
Además, el vino ofrece otros muchos beneficios para la salud. Cuando se
dice que el vino hace buena sangre no se trata solo de una expresión popular,
sino que coincide con el hecho de que el vino contiene entre 5 y 10 mg/l de
hierro, y el hierro es un componente fundamental de la hemoglobina que
transporta a todos los tejidos del cuerpo el oxígeno que necesitamos día tras día.
El vino también contiene otros elementos minerales útiles para el organismo,
como cobre, potasio, que contrarresta la retención de agua, magnesio que actúa
como purgante y diurético, y refuerza las defensas inmunitarias, cromo,
manganeso y zinc.
Si bien es cierto que el vino en grandes cantidades daña gravemente el
aparato digestivo, en cantidades moderadas, por el contrario, contribuye a la digestión.
El alcohol del vino estimula la producción de saliva, que contiene ptialina,
una enzima responsable de una primera e importante acción digestiva sobre los
alimentos. Junto a esto, los polifenoles del vino, aportan una función protectora
de la mucosa gástrica, desarrollando, entre otras, una acción preventiva sobre
las ulceras provocadas por el uso de fármacos a base de ácido acetilsalicílico.
A todo esto se añade la virtud que tiene el vino de favorecer el metabolismo de
las grasas, las proteínas y los azúcares.
El vino ayuda a reforzar las defensas inmunitarias, porque tiene
propiedades antisépticas que actúan contra numerosas bacterias y propiedades
antivirales gracias a sus taninos. No debemos olvidar que, debido a su
contenido en polifenoles, el vino cuenta con propiedades antioxidantes que
contrarrestan el proceso de envejecimiento de las células.
Y, para finalizar, el vino produce bienestar. Su color, su sabor y su aroma
despiertan en muchos sensaciones placenteras que estimulan la producción de endorfinas
por parte del cerebro. La sensación de bienestar que estas producen ayuda al
organismo a reaccionar más rápidamente frente a las enfermedades.
El que al mundo vino y no toma vino: A que vino?
Hasta una próxima entrega!